FELIPE ADOLFO DE LA HUERTA MARCOR
1881- 1955

Secretario de Hacienda
1° de diciembre de 1920 al 25 de septiembre de 1923
Gobierno de Álvaro Obregón

Nació en Guaymas, Sonora, el 28 de mayo de 1881. Sus primeros estudios los realizó en el puerto de su nacimiento y posteriormente, la preparatoria en la ciudad de México. Cursó contabilidad y música. Desempeñó labores de contador en la agencia del Banco Nacional de México y fue gerente de la Tenería San Germán.

Simpatizó con la revolución desde los momentos iniciales, uniéndose al general Miguel Alemán, José María Pino Suárez y otros, y en 1910 se agregaron a la rebelión maderista.

En 1913 fue Oficial Mayor de la Secretaría de Gobernación, cargo que asumió al triunfo del movimiento constitucionalista el 24 de septiembre de 1914. Fue encargado del Despacho algunos meses de 1915, hasta que en 1916 fue nombrado gobernador provisional de Sonora.

En 1917 nuevamente fue designado Oficial Mayor de Gobernación. Senador por Sonora para el periodo 1918-22. También fue cónsul general en Nueva York, cargo al que renunció para presentarse como candidato a gobernador de su Estado, asumiendo el cargo el 1 de septiembre de 1919. A la muerte de Venustiano Carranza se le nombró presidente provisional de la República, cargo que ejerció del 1° de junio al 30 de noviembre de 1920. El 1 de diciembre de 1920 asumió la cartera de Hacienda durante la presidencia de Álvaro Obregón.

Uno de los proyectos centrales de Adolfo de la Huerta a frente del Ministerio de Hacienda, fue la fundación del banco central, institución que se encargaría de la emisión de papel moneda y de controlar el crédito y el circulante. Con este objeto elaboró varios esquemas de apertura que descansaban en la participación del Banco Nacional de México con 49% del capital, dejado el restante en manos del gobierno y estableciendo el control gubernamental y estableciendo el control gubernamental sobre el Banco Único de Emisión. No obstante, fracasó su proyecto por la renuncia de los capitales privados a dejar el control del Banco de México en manos del Estado y el reducido monto que los capitalistas nacionales y extranjeros estaban dispuestos a invertir. Durante su gestión se dieron los primeros pasos para la regularización de las actividades instituciones bancarias, después de la incautación carrancista, por medio de la Ley de Desincautación de 1921, que estipuló plazos para la redención de los billetes y reconoció los adeudos derivados de las medidas del gobierno de Carranza, aceptando el pago de intereses.

Otro de los asuntos relevantes de esta administración fue el sometimiento de las compañías petroleras internacionales a la soberanía impositiva del nuevo régimen. Después de tormentas políticas y rebajas, De la Huerta consiguió que las compañías aceptaran el derecho que tenía el gobierno para gravar sus actividades, mediante nuevos impuestos que fueron creados para cubrir la deuda externa del país, cuyo servicio se había suspendido desde 1914. Celebró u n convenio de reestructuración de la deuda externa conocido como el Convenio De la Huerta-Lamont, en el cual se incluyó la deuda ferroviaria, en el verano de 1922. Éste se fraguó bajo condiciones de gran dureza para México, tanto por el encarecimiento del crédito internacional de aquellos años, como por la poca confianza que inspiraba el régimen postrevolucionario. Pese a sus limitaciones el convenio tuvo la virtud de inclinar el favor de Washington hacia el reconocimiento del gobierno de Obregón, restando un pesado fardo a esta administración.

En 1921 hubo un pequeño déficit presupuestal; en cambio, en 1922, hubo un superávit que generó expectativas positivas sobre el desempeño de las finanzas públicas, iniciándose una dependencia en los impuestos a las exportaciones, particularmente de los petroleros. En cuanto a la reforma fiscal, se introdujo de manera experimental el impuesto sobre la renta en 1921, bajo el nombre de Impuesto del Centenario, pero no se estableció definitivamente debido a que los ingresos crecientes generados por los gravámenes al petróleo permitieron posponerla. Sin embargo, en 1923 se fue acumulando un creciente déficit derivado de la caída de los precios del petróleo y de que la producción de hidrocarburos dejó de crecer al ritmo anterior. Con ello se vio comprometido el prestigio político y la influencia de De la Huerta en el gabinete. Renunció como secretario de Hacienda, dos meses después aceptó la candidatura a la presidencia que le ofrecía el opositor Partido Cooperatista, lo que agitó el ambiente político y lo llevó a desvincularse tanto del presidente Álvaro Obregón como del general Plutarco Elías Calles, y en diciembre de 1923 inició la rebelión que llevó su nombre, Delahuertista, misma que fracasó y su protagonista tuvo que exiliarse en los Estados Unidos.

Regresó a México en la época del presidente Cárdenas, y fue nombrado Visitador General de Consulados, función que desempeñó durante más de dos lustros. También fue Director de Pensiones en enero de 1946, en la administración del presidente Miguel Alemán. Falleció en la ciudad de México el 9 de julio de 1955.